
Génesis 1: 1-4
1. En el principio creó Dios los cielos y la tierra.
2. Y la tierra estaba desordenada y vacía, y las tinieblas estaban sobre la faz del abismo, y el Espíritu de Dios se movía sobre la faz de las aguas.
3. Y dijo Dios: Sea la luz; y fue la luz.
4. Y vio Dios que la luz era buena; y separó Dios la luz de las tinieblas.
El hombre al igual que la tierra inicia su vida desordenada , vacía y en tinieblas, siguiendo las corrientes de este mundo, conforme al príncipe de las potestades del aire, el espíritu que ahora opera en los hijos de desobediencia.
Amado amigo y amiga, tengo para usted buenas noticias de salvación. Dios el Padre quiere ordenar, llenar y darle luz a su vida.
El hombre natural tiene muchas prioridades, y en su agenda Dios ocupa el último lugar; su vida es un completo desorden. Nuestro Señor Jesucristo prometió que no nos dejaría huérfanos y enviaría a la promesa del Padre, el Espíritu Santo, el cual nos llama y nos da la fe necesaria para creer que el verbo de Dios se hizo carne, que Jesús vino a este mundo y fue obediente hasta la muerte y muerte de cruz, resucitó al tercer día, y está sentado a la diestra de Dios Padre.
Ahora por fe creemos que Jesucristo es la imagen del Dios invisible, el primogénito de toda la creación; Él es la cabeza del cuerpo, que es la iglesia.
Ahora nuestra vida comienza a ordenarse porque Jesucristo ocupa el primer lugar en nuestras vidas.
Nuestra alma comienza a llenarse del conocimiento de Dios, y las tinieblas desaparecen porque la luz de Jesús es lámpara a nuestros pies y lumbrera a nuestro camino.
El Espíritu Santo nos libera de la potestad de las tinieblas y nos traslada al reino de su amado hijo.
Cuando confesamos con nuestra boca que Jesús es nuestro Señor y creemos en nuestro corazón que Dios le levantó de los muertos, nuestra vida es ordenada, nuestra alma se llena de Dios, y la luz de Jesucristo brilla en nosotros.
Pastor Pedro Barrios